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domingo, 24 de mayo de 2015

OJOS VERDES

Carlos Raúl Paredes  
 
 
Mis ojos verdes flotaban sobre una tarde gris mientras observaba todo el camino andado, a través de la ventana del tiempo, desde un tercer piso y entre mis solitarias cuatro paredes. Mi mirada se detuvo un instante cuatro décadas atrás. Ahí estaba yo, doblado sobre una apolillada carpeta de primaria con los mismos ojos pero con otra cara, leyendo de a poquitos (sí, leyendo gracias a Coquito) la rima LIII de Gustavo Adolfo Bécquer, sin entender nada... nada del amor.

-¿Todo lo que miras es de color verde?-

Una voz chillona interrumpió la lectura. Un curioso compañero de carpeta pensaba que con los ojos verdes solo se podía mirar de ese color. Naranjas verdes. Rosas verdes. Perros verdes. Sillares verdes y hasta el uniforme escolar único, verde.

-¡No!-

Contesté con absoluta certeza, y acoté:

-¡Tengo los ojos verdes pero miro a todo color!

A mis 9 años de edad veía la vida pasando ante mis ojos con sus esplendorosos colores. Y así fue hasta hace poco: El rojo, rojo. El negro, negro. El blanco, blanco. El amarillo, amarillo. Las naranjas eran anaranjadas y las rosas rosadas.
 
Hoy, con los mismos ojos pero con otra cara, observo el camino que me falta por andar y todo lo miro de un solo color. Es que la vida misma, el amor, el desamor, los triunfos, los fracasos, la ilusión, la duda, los años, me enseñaron que una cosa es ver y otra muy diferente, mirar.

Así pues, considerando que vemos todo lo que miramos pero no miramos todo lo que vemos, y porque más vale tarde que nunca, cuatro décadas después rectifico la respuesta que le di a aquel amigo de infancia:

-¡Tengo los ojos verdes y todo lo que miro es verde!
El color de la esperanza. 


 
  

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