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lunes, 22 de octubre de 2018

PERUANOS (CON ZETA DE ZOMBIES)

 
Por: Carlos Raúl Paredes
Así como están las cosas en Perú, me imagino que Netflix -la famosa plataforma streaming de contenido multimedia por Internet- cada noche ve con creciente preocupación cómo cae en picada su número de suscriptores en este país; y es que, de un tiempo a esta parte, los programas noticiosos del prime time de la televisión peruana han recuperado el terreno perdido, y no por méritos propios, más bien gracias al morbo que nos nace del forro a todos los peruanos.
Ahora, en lugar de ver "La casa de las flores" los peruanos elegimos "La Caza de las brujas". En vez de "Designated Survivor" preferimos al "Survivor Martín" o "Better call Hinostroza" en vez de "Better call Saul". Sin duda, la versión chollywoodense de "Orange is the new black" es la serie del momento. 
Pero a mi me importa un comino lo que signifique para Netflix la pérdida de suscriptores en el Perú. Lo que me preocupa sobremanera es que el reallity show de la decadencia peruana vende más que sus millonarias producciones y que ahora, cada noche, popcorn en mano, millones de peruanos estemos sentados frente al televisor para vernos a nosotros mismos protagonizando los capítulos más vergonzosos, bochornosos y denigrantes que alguien se haya atrevido a producir.
¿Qué nos ha pasado a los peruanos? ¿Qué nos ha llevado a convertirnos en los actores principales -y en muchos casos de "reparto"- de una serie de suspenso, terror, intriga, conflictos personales y sangre, mucha sangre? ¿En qué momento nos convertimos en esta especie de caminantes sin corazón y cero raciocinio?  
"The Walking Dead", en eso hemos terminado los peruanos. Somos los muertos vivientes de una nación en crisis afectada por una epidemia, un virus maligno que se propagó en el ambiente alguna mañana. Fue entonces que, sin darmos cuenta, despertamos y sentimos el impulso de comer carne humana para saciar nuestra hambre. Fue entonces que matamos a una niña después de violarla. Fue entonces que arrastramos de los pelos a una mujer. Fue entonces que abofeteamos a un policía. Fue entonces que salimos a la calle y le mentamos la madre al primer hijo de vecino que detuvo su auto delante del nuestro para cederle el paso a un anciano. Fue entonces que empezamos a comer cerebros y en ocasiones también nos dejamos comer el cerebro. Fue entonces que, como seres irracionales que somos, como zombies pues, reiteradas veces elegimos a burros como autoridades, solo por joder.
Fue entonces que nos volvimos recalcitrantes, intolerantes, que agarramos nuestros celulares y empezamos a utilizarlos como armas de destrucción masiva; unas veces provocando a nuestras víctimas al apuntarles y dispararles a quemarropa con la cámara de fotos y/o video, otras tantas, lanzando la piedra desde el twitter y escondiendo la mano detrás del teclado, avivando la llama del odio en nombre de la libertad de expresión.
Somos el país de "Walking Dead", y en el colmo del masoquismo, nos gusta vernos a nosotros mismos en acción, babeando, caminando erráticos sobre la basura y la carroña -entre la hediondez de la corrupción- dando una buena "mordida" cada vez que se pueda, tragando la carne de nuestros amigos y enemigos o carcomiendo sus huesos, con la boca ensangrentada.
¿Queremos seguir siendo cadáveres deseosos de carne fresca? ¿Queremos seguir siendo ciudadanos de un estado cataléptico? ¿Queremos seguir participando en insulsas marchas zombies cada vez que queremos llamar la atención? ¿Queremos seguir destripándonos entre peruanos y transmitiéndolo en vivo por la tele, desde el congreso, desde un juzgado, desde Palacio de Gobierno o desde nuestra propia casa?
¿Se podrá neutralizar o contrarrestar los efectos de este virus que se sigue propagando por el ambiente, idiotizándonos, quitándonos el alma, haciéndonos más inhumanos cada día, a lo largo y ancho del territorio nacional?
(Continuará...)

EL MOMENTO QUE CAMBIÓ LA PARTITURA DE MI VIDA

 
Por: Carlos Raúl Paredes
 
El verano de 1981 me dejó un recuerdo fresco de olas mollendinas, chelas, choritos a la chalaca -de los otros choros también, ¡cuándo no!- y una que otra intentona de bronca por algún amor platónico. Recuerdo como si fuera hoy la canción de Michael Jackson, Rock With You, dejándose llevar por la brisa, desde un altoparlante instalado en el techo de un quiosco de Coca Cola con el slogan "La chispa de la vida", hasta la tercera playa, atravesando el castillo Forga con su pegajoso coro. Y los ccoros, patacalas, saltaban despreocupados haciendo salpicar la arena sobre las ricas Arequipeñas echadas provocativamente en la orilla del mar, doradas y destapadas. Igual nos las tomábamos con arena y todo, bien heladitas.

Sabía que sería mi último verano con el pelo largo, así que grabé en mi mente la imagen reflejada en el mar de aquel cabello mojado, volando libre, chorreando arena y sal. Después de ese fin de semana tenía que regresar a Arequipa para afrontar mi futuro con la cabeza rapada, corte cero, estilo militar.

"¿Qué me mira cadete, quiere que le regale una foto mía calato?" Tenía que ir familiarizándome con frases como esa y acostumbrándome a la palabra "ranas", sabía que iba a hacer muchas, muchas ranas durante el resto de mis años mozos. Había decidido ser militar. El primer paso de una carrera que me llevaría a ser General lo tenía que dar en el Colegio Militar Francisco Bolognesi, y luego de tres años, en 1984, daría el gran salto a la Escuela Militar de Chorrillos, en Lima. Hasta podría ser presidente. Lo tenía todo fríamente calculado.

Bueno, no todo lo que está fríamente calculado tiene que pasar necesariamente, y mi vida es una prueba fehaciente de ello. Lo que sí pasó es que terminé fríamente rapado y con una cristina en la cabeza. Orgulloso pero, debo reconocerlo, temeroso, me enfundé el uniforme de faena, los borceguies y el capotín. Las primeras 400 ranas no se dejaron esperar.

-Pa' ranas un dos-
-¡Tres cuatro!-

Tres meses después del "bautizo de honor", de algunos "submarimos", "callejones oscuros" y de 45,695 ranas,  había logrado sobrevivir. Ahí estaba, de pie como los valientes, bajo la sombra tutelar del monumento del Coronel Bolognesi, frente a todo el batallón de cadetes, padres de familia, profesores y el comando de la Tercera Región Militar, leyendo un poema de mi inspiración, ganador del concurso floral por el día de la madre.

Hablar frente a un micrófono no era novedad para mí porque cada domingo antes de internarme en el Colegio Militar, desde los 15 años de edad, ya conducía un programa en Radio San Martín (Facetas Culturales). Sin embargo, jamás había hablado frente a un micrófono ante tanta gente, más de 2500 personas. Imagino que no lo hice tan mal porque, considerando que la poesía y los Mauser -fusiles alemanes de cerrojo- no se llevan tan bien que digamos, la mayoría aplaudió. Tres minutos después mi vida cambiaría para siempre.  

Sí señoras y señores, Luis Fernández Zúñiga, el popular y querido "Camarón", director de la banda y orquesta del CMFB, dejó la batuta por un momento para acercarse al podio y hacerme la pregunta del millón, la pregunta que marcó un antes y un después en mi vida:

-¿Te gustaría ser el maestro de ceremonias del colegio, el presentador de la orquesta "The Kdts" y de la banda de música?-

Nunca antes en la historia del Colegio Militar Francisco Bolognesi un cadete del tercer año de secundaria, un alumno recién ingresado, sin una sola estrella sobre los hombros, se había desempeñado como maestro de ceremonias y presentador oficial.

-Tienes buena voz, buena dicción, te desenvuelves bien ante el público, incluso podrías hacer un programa de radio en el comedor a la hora del "rancho" (almuerzo y cena) de los cadetes ¿Qué dices?-

Respondí de inmediato. Acepté el reto sin pensarlo dos veces, y por supuesto, sin pensar que en ese preciso instante -para beneplácito del Ejército Peruano y del mismísimo Coronel Bolognesi- acababa de enterrar mi incipiente carrera militar y mis sueños de General de División, para dar lugar al nacimiento de mi verdadera pasión: la comunicación social.

Así, de la mano de Lucho "El Camarón" Fernández, durante tres años, me paré frente a un micrófono sobre un podio o estrado conduciendo ceremonias como la del 7 de junio, narrando el paso gallardo de los caballeros cadetes durante los desfiles a los acordes de la marcha  "los peruanos pasan" impecablemente ejecutada por la banda, o presentando a la orquesta "The Kdts" con su canción estelar "Bienvenido el pávido návido"; y por supuesto, conduciendo el travieso programa "Música y saludos" desde los estudios CMFB. 

Hay personas que pasan por tu vida, pero hay otras que se quedan para siempre. Luis Fernández Zúñiga, tal vez sin darse cuenta, desde su sala de música, me ayudó a encontrar mi verdadera vocación. Soy un comunicador gracias a él.

El "Camarón" Fernández, hoy legendario director de bandas sinfónicas, cambió la partitura de mi vida. Gracias por tanto y...

¡Música Maestro!