Por: Carlos Raúl Paredes
El verano de 1981 me dejó un recuerdo fresco de olas
mollendinas, chelas, choritos a la chalaca -de los otros choros también,
¡cuándo no!- y una que otra intentona de bronca por algún amor platónico.
Recuerdo como si fuera hoy la canción de Michael Jackson, Rock With
You, dejándose
llevar por la brisa, desde un altoparlante instalado en el techo de un quiosco
de Coca Cola con el slogan "La chispa de la vida", hasta la tercera
playa, atravesando el castillo Forga con su pegajoso coro. Y los ccoros,
patacalas, saltaban despreocupados haciendo salpicar la arena sobre las ricas
Arequipeñas echadas provocativamente en la orilla del mar, doradas y destapadas.
Igual nos las tomábamos con arena y todo, bien heladitas.
Sabía que sería mi último verano con el pelo largo, así que
grabé en mi mente la imagen reflejada en el mar de aquel cabello mojado,
volando libre, chorreando arena y sal. Después de ese fin de semana tenía que
regresar a Arequipa para afrontar mi futuro con la cabeza rapada, corte cero,
estilo militar.
"¿Qué me mira cadete, quiere que le regale una foto mía
calato?" Tenía que ir familiarizándome con frases como esa y acostumbrándome
a la palabra "ranas", sabía que iba a hacer muchas, muchas ranas
durante el resto de mis años mozos. Había decidido ser militar. El primer paso
de una carrera que me llevaría a ser General lo tenía que dar en el Colegio
Militar Francisco Bolognesi, y luego de tres años, en 1984, daría el gran salto
a la Escuela Militar de Chorrillos, en Lima. Hasta podría ser presidente. Lo
tenía todo fríamente calculado.
Bueno, no todo lo que está fríamente calculado tiene que
pasar necesariamente, y mi vida es una prueba fehaciente de ello. Lo que sí
pasó es que terminé fríamente rapado y con una cristina en la cabeza. Orgulloso
pero, debo reconocerlo, temeroso, me enfundé el uniforme de faena, los
borceguies y el capotín. Las primeras 400 ranas no se dejaron esperar.
-Pa' ranas un dos-
-¡Tres cuatro!-
Tres meses después del "bautizo de honor", de
algunos "submarimos", "callejones oscuros" y de 45,695
ranas, había logrado sobrevivir. Ahí
estaba, de pie como los valientes, bajo la sombra tutelar del monumento del
Coronel Bolognesi, frente a todo el batallón de cadetes, padres de familia,
profesores y el comando de la Tercera Región Militar, leyendo un poema de mi
inspiración, ganador del concurso floral por el día de la madre.
Hablar frente a un micrófono no era novedad para mí porque
cada domingo antes de internarme en el Colegio Militar, desde los 15 años de
edad, ya conducía un programa en Radio San Martín (Facetas Culturales). Sin
embargo, jamás había hablado frente a un micrófono ante tanta gente, más de 2500
personas. Imagino que no lo hice tan mal porque, considerando que la poesía y
los Mauser -fusiles alemanes de cerrojo- no se llevan tan bien que digamos, la
mayoría aplaudió. Tres minutos después mi vida cambiaría para siempre.
Sí señoras y señores, Luis Fernández Zúñiga, el popular y
querido "Camarón", director de la banda y orquesta del CMFB, dejó la
batuta por un momento para acercarse al podio y hacerme la pregunta del millón,
la pregunta que marcó un antes y un después en mi vida:
-¿Te gustaría ser el maestro de ceremonias del colegio, el
presentador de la orquesta "The Kdts" y de la banda de música?-
Nunca antes en la historia del Colegio Militar Francisco
Bolognesi un cadete del tercer año de secundaria, un alumno recién ingresado,
sin una sola estrella sobre los hombros, se había desempeñado como maestro de
ceremonias y presentador oficial.
-Tienes buena voz, buena dicción, te desenvuelves bien ante
el público, incluso podrías hacer un programa de radio en el comedor a la hora
del "rancho" (almuerzo y cena) de los cadetes ¿Qué dices?-
Respondí de inmediato. Acepté el reto sin pensarlo dos veces,
y por supuesto, sin pensar que en ese preciso instante -para beneplácito del
Ejército Peruano y del mismísimo Coronel Bolognesi- acababa de enterrar mi
incipiente carrera militar y mis sueños de General de División, para dar lugar
al nacimiento de mi verdadera pasión: la comunicación social.
Así, de la mano de Lucho "El Camarón" Fernández,
durante tres años, me paré frente a un micrófono sobre un podio o estrado conduciendo
ceremonias como la del 7 de junio, narrando el paso gallardo de los caballeros
cadetes durante los desfiles a los acordes de la marcha "los peruanos pasan" impecablemente
ejecutada por la banda, o presentando a la orquesta "The Kdts" con su canción
estelar "Bienvenido el pávido návido"; y por supuesto, conduciendo el
travieso programa "Música y saludos" desde los estudios CMFB.
Hay personas que pasan por tu vida, pero hay otras que se
quedan para siempre. Luis Fernández Zúñiga, tal vez sin darse cuenta, desde su
sala de música, me ayudó a encontrar mi verdadera vocación. Soy un comunicador
gracias a él.
El "Camarón" Fernández, hoy legendario director de
bandas sinfónicas, cambió la partitura de mi vida. Gracias por tanto y...
¡Música Maestro!
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