Por:
Carlos Raúl Paredes
Así como
están las cosas en Perú, me imagino que Netflix -la famosa plataforma streaming de contenido multimedia por Internet- cada
noche ve con creciente preocupación cómo cae en picada su número de
suscriptores en este país; y es que, de un tiempo a esta parte, los programas
noticiosos del prime time de la televisión peruana han recuperado el terreno
perdido, y no por méritos propios, más bien gracias al morbo que nos nace del
forro a todos los peruanos.
Ahora, en
lugar de ver "La casa de las flores" los peruanos elegimos "La
Caza de las brujas". En vez de "Designated Survivor" preferimos
al "Survivor Martín" o "Better call Hinostroza" en vez de
"Better call Saul". Sin duda, la versión chollywoodense
de "Orange is the new black" es la serie del momento.
Pero a mi me
importa un comino lo que signifique para Netflix la pérdida de suscriptores en
el Perú. Lo que me preocupa sobremanera es que el reallity show de la
decadencia peruana vende más que sus millonarias producciones y que ahora, cada
noche, popcorn en mano, millones de peruanos estemos sentados frente al
televisor para vernos a nosotros mismos protagonizando los capítulos más
vergonzosos, bochornosos y denigrantes que alguien se haya atrevido a producir.
¿Qué nos ha
pasado a los peruanos? ¿Qué nos ha llevado a convertirnos en los actores
principales -y en muchos casos de "reparto"- de una serie de
suspenso, terror, intriga, conflictos
personales y sangre, mucha sangre? ¿En qué momento nos convertimos en esta especie
de caminantes sin corazón y cero raciocinio?
"The
Walking Dead", en eso hemos terminado los peruanos. Somos los muertos
vivientes de una nación en crisis afectada por una epidemia, un virus maligno que
se propagó en el ambiente alguna mañana. Fue entonces que, sin darmos cuenta,
despertamos y sentimos el impulso de comer carne humana para saciar nuestra
hambre. Fue entonces que matamos a una niña después de violarla. Fue entonces
que arrastramos de los pelos a una mujer. Fue entonces que abofeteamos a un
policía. Fue entonces que salimos a la calle y le mentamos la madre al primer
hijo de vecino que detuvo su auto delante del nuestro para cederle el paso a un
anciano. Fue entonces que empezamos a comer cerebros y en ocasiones también nos
dejamos comer el cerebro. Fue entonces que, como seres irracionales que somos, como
zombies pues, reiteradas veces elegimos a burros como autoridades, solo por
joder.
Fue entonces
que nos volvimos recalcitrantes, intolerantes, que agarramos nuestros celulares
y empezamos a utilizarlos como armas de destrucción masiva; unas veces
provocando a nuestras víctimas al apuntarles y dispararles a quemarropa con la
cámara de fotos y/o video, otras tantas, lanzando la piedra desde el twitter y
escondiendo la mano detrás del teclado, avivando la llama del odio en nombre de
la libertad de expresión.
Somos el país
de "Walking Dead", y en el colmo del masoquismo, nos gusta vernos a
nosotros mismos en acción, babeando, caminando erráticos sobre la basura y la
carroña -entre la hediondez de la corrupción- dando una buena
"mordida" cada vez que se pueda, tragando la carne de nuestros amigos
y enemigos o carcomiendo sus huesos, con la boca ensangrentada.
¿Queremos
seguir siendo cadáveres deseosos de carne fresca? ¿Queremos seguir siendo ciudadanos
de un estado cataléptico? ¿Queremos seguir participando en insulsas marchas
zombies cada vez que queremos llamar la atención? ¿Queremos seguir destripándonos
entre peruanos y transmitiéndolo en vivo por la tele, desde el congreso, desde
un juzgado, desde Palacio de Gobierno o desde nuestra propia casa?
¿Se podrá
neutralizar o contrarrestar los efectos de este virus que se sigue propagando
por el ambiente, idiotizándonos, quitándonos el alma, haciéndonos más inhumanos
cada día, a lo largo y ancho del territorio nacional?
(Continuará...)
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