Carlos Raúl Paredes
¿Qué
significa RETO? Según la Real Academia de la Lengua es "un objetivo
o empeño difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un
desafío para quien lo afronta". Pero además de la fría acepción de un
diccionario está el otro significado que le encontré a esa palabra en una
cabina de radio, en agosto de 1986, cuando saqué fuerzas de flaqueza para no
defraudar -entre miles de personas que confiaron en mi- a un niño que al salir
del colegio le pidió a su papá que lo llevara a radio Aeroestereo con el único
propósito de conocer a un tal Hombre Elástico que estaba hablando sin parar,
intentando batir el récord mundial de permanencia en el micrófono (108 horas
alcanzadas meses antes por un locutor colombiano).
Todo comenzó la
mañana del lunes 25 de agosto de 1986 cerrando las celebraciones del mes de Arequipa.
Al compás de Gonna Fly Now de
Bill Conti el primer día
transcurrió como un programa largo, pero nada fuera de lo común, excepto por el
apagón que sufrió el transmisor de la radio sacándonos del aire por unos 5
minutos aproximadamente. Luego descubriríamos que un ratón que intentaba
sabotearnos se había cruzado por la conexión eléctrica. El levantamiento del
cadáver se hizo de inmediato. Fue el único incidente, y el único cadáver que dejó El Reto del
Hombre Elástico.
Obviamente el Hombre
Elástico no iba a morir en el intento. Después de haber pasado todas las
pruebas médicas el doctor me había dicho que mi corazón era fuerte, que mi
garganta resistiría, y que estaba físicamente preparado para tratar de
mantenerme despierto durante 5 días con sus noches, aunque eso sí, nada ni
nadie podía garantizarlo. Y claro, para empezar, ni yo mismo estaba seguro de
lograrlo, sólo quería intentarlo. El que no arriesga no gana.
Fue después de la
segunda noche sin dormir, ya el miércoles 27 de agosto por la tarde, cuando
empecé a sentir cada segundo, cada minuto, cada hora, como una carga pesada
sobre mis hombros. Mi voz empezaba a temblar y mis ojos casi imploraban por un
descanso de sólo 5 minutos. Pero a esas alturas era demasiado riesgoso, bastaba
con que pegara los ojos para que me quedara dormido, y ahí sí no me levantaban
ni con grúa. Recuerdo que mis compañeros de la radio y otros grandes amigos que
hacían turnos para acompañarme, además de contarme chistes, me cacheteaban para
mantenerme despierto. Eso explica el por qué terminé con los cachetes
hinchados.
El notario público ya
había dado su conformidad a las primeras 52 horas de El Reto, pero las horas
que faltaban para alcanzar la meta me parecían lejanas e inalcanzables en medio
del túnel de duda e incertidumbre en el que me vi de pronto, empujado por el
agotamiento físico y mental. En ese momento, aquel miércoles 27 de agosto, apareció
en la cabina de la radio el niño al que hacía mención líneas arriba. Tendría
unos 8 años de edad. No dejaba de mirarme asombrado. Su padre me dijo "te
ha estado escuchando desde el lunes y hasta no quería dormir, eres algo así
como un héroe para él". Esas palabras y la mirada del niño fueron un rayo
de luz al final de ese túnel en el que me encontraba.
Y así como él, muchos
niños y niñas llegaron luego hasta la estación de radio llevándome osos de
peluche, dibujos, tarjetas con pensamientos, posters y hasta las manzanas de su
lonchera. Otros jóvenes de mi edad que también estaban en la universidad
pasaron por la radio para tomarse la foto de rigor con el Hombre Elástico, claro,
en ese entonces era el momento Kodak porque no teníamos ni la menor idea de lo
que sería un selfie, casi 30 años
después.
El pasaje Zarumilla donde
se ubicaba la radio y que el lunes, en el primer día de El Reto lucía como una
calle fantasma, de la noche a la mañana -literalmente, de la noche del martes a
la mañana del miércoles- pasó a ser un gran punto de encuentro donde convergía
gente de todas las edades, familias enteras con los abuelitos incluidos; unos
llegaban caminando, otros en moto o en sus carros haciendo sonar los claxons para que yo escuchara que
estaban allí, todos conmigo, apoyándome. Incluso recuerdo que llegó una pareja
de recién casados. Me acerqué y les dije: "los declaro marido y
mujer". No sonó el Danubio Azul pero si se escuchó a todo volumen Dancing In The Dark de Bruce
Springsteen.
Me di cuenta que no
estaba solo y que no podía defraudar a tanta gente. El reto ya no era mío, era
de todos. Así logramos pasar la cuarta noche (la del jueves) la más difícil. Y
ya entrado el viernes, el notario público sumaba las horas y, a diferencia de
los días previos, me parecía que el tiempo pasaba rápidamente. "!Ya van 100 horas... 104... 105...
106... 107!"
Cuando el notario
anunció que El Hombre Elástico había alcanzado el récord mundial de 108 horas y
que estaba a punto de establecer su propio récord, simplemente sentí que estaba
listo para empezar de nuevo. ¿El agotamiento físico y mental había desaparecido
por arte de magia? No, era mi piloto automático que empezaba a activarse. Mi
reloj biológico ya se había alterado y yo, entonces sin percatarme de ello,
solo quería seguir sumando horas y horas sin parar... Y después comer rico.
Como no había ingerido
nada sólido desde el lunes por recomendación del médico para evitar la
digestión y por ende el sueño, ya no quería más los jugos del desayuno ni las
sopas del almuerzo y la cena. Debo confesar que esa semana los odié con toda mi
alma. A esas alturas ya casi empezaba a alucinar con un lomito saltado.
Y hablando de
alucinaciones, estas comenzaron poco después de alcanzar las 108 horas, cuando
llegó el reportero de canal 8 de televisión para entrevistarme. De pronto
encendieron sus potentes luces frente a mis ojos, y yo que había estado en la
cabina de la radio a media luz desde el lunes por recomendación expresa del
médico, fui víctima de algo así como un cortocircuito cerebral. El resultado se
puede ver en el video de esa entrevista que adjunto a este artículo. Por
ejemplo, cuando el reportero me pregunta: "¿cómo te sientes en este
momento física y mentalmente?" Yo le respondo: "En las últimas...
porque hemos estado caminando... hemos estado estudiando... hemos estado
viajando". Vaya que estaba en las últimas.
"!Ya van 109...
Ya van 110 horas!" anunciaba el notario y daba la conformidad del caso
mientras que yo seguía hablando sin parar, estirando mi lengua y mi voz; no en
vano los oyentes de mi programa Música Elástica me habían bautizado años atrás
como El Hombre Elástico. Los aplausos y gritos de la gente llegaban desde la
calle: !go, go, go, go! gritaban al
unísono. Los claxons de los carros se
escuchaban cada vez con más intensidad y yo quería seguir hablando toda la
madrugada del sábado 30 de agosto. Pero en medio de la algarabía cuando el
reloj de El Reto marcaba las 110 horas con 20 minutos, el médico y mis
compañeros de la radio se dieron cuenta que mi salud estaba en peligro. Ya no
articulaba oraciones correctamente y hablaba cosas prácticamente sin sentido.
Así que ahí se acabó. Y después de ese largo programa que duró de lunes a
sábado (110 horas con 20 minutos) me llevaron directo al hospital. Y para
colmo, no pude dormir.
Yo tenía 19 años y
había decidido iniciar ese reto, batir el récord mundial de permanencia en el
micrófono, porque sentí que a esa edad no había hecho nada trascendente en mi
vida. Sin querer yo mismo me estaba dando un mensaje que me ha servido desde entonces:
"si quieres lograr algo simplemente hazlo, sin temor, ya en el camino irás
encontrando la fuerza que te falte y llegarás más lejos de lo que te
imaginas".
Esa fuerza que me
faltó en el tercer día, cuando el agotamiento estaba por vencerme, la encontré
en ese niño que me miró como su héroe, en esas familias enteras que llegaron
hasta la estación de radio, en esas personas que pasaban tocando los claxons de sus carros, en mis compañeros
de Aeroestereo, en mis colegas de otras emisoras, en mis familiares y grandes
amigos que estuvieron allí, siempre conmigo.
Y hoy mi nuevo reto
es tocar alguna de tus fibras con este mensaje. Si te resulta inspirador y has
decidido desafiarte a ti mismo (a)... con gran satisfacción podré decir otra
vez: !RETO CUMPLIDO!
Lo máximo Raúl!!!
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